DANIELA BOUZAS

“El sistema penal argentino no funciona” me repitieron (y me repetí) tantas veces durante el curso de la carrera que casi llegando al final creí que tiraba la toalla ¿Para qué ser abogada penalista y formar parte de un sistema que no funciona?, me pregunté. Pero la misma llama interna que un día me llevó a inscribirme en la Facultad de Derecho y que por suerte nunca se apagó, me inspiró para salir a buscar aliadxs en el camino, personas que crean tanto como yo que incluso ahí donde en apariencias está todo irremediablemente mal, podemos trabajar para que esté un poco mejor. 

En medio de esa búsqueda llegué a Innocence Project, golpeando la puerta para que me dejaran entrar a participar de su causa esencial: comprender cuáles son las fallas en las piezas de ese sistema que no funciona y trabajar desde distintas perspectivas para repararlo, aunque sea en pequeñas partes, para así poder corregir algunas de sus deficiencias y lograr que personas injustamente privadas de su libertad puedan recuperarla.  

Como abogada recién recibida, ser voluntaria de IP me dio la oportunidad de experimentar al derecho penal desde ángulos desde los cuales jamás lo había hecho como estudiante. Se trata de una práctica profesional interdisciplinaria que me permitió interactuar con profesionales altamente calificadxs no sólo del ámbito del derecho sino de otras áreas (como la medicina forense), quienes con mucha generosidad me brindaron herramientas que ampliaron mi formación integral como penalista. Nuestro trabajo en las causas estuvo atravesado a cada momento por el compromiso de todxs lxs integrantes de la ONG para poder cumplir el fin que ésta persigue, así como también por su compromiso para generar un espacio de aprendizaje y desarrollo para cada voluntarix. El abordaje de los casos comprendió desde la lectura completa de los expedientes hasta la exposición del análisis de los mismos, pasando por el trabajo en terreno, la profundización sobre la cuestión probatoria, etc. Asimismo, todo ello tuvo lugar en un ambiente de respeto y responsabilidad, el cual posibilitó la consolidación e integración de un excelente grupo de compañerxs con quienes compartir cada tarea.             

Hoy, en perspectiva, puedo ver la huella que este voluntariado dejó en mí, sabiendo que además de todo lo que aprendí para desenvolverme en la profesión de abogada, me llevo la invaluable experiencia que conlleva trabajar por una causa en la que creo y de poder haberlo hecho de la mejor manera posible: de la mano de personas que también creen en ella y que te transmiten pasión e interés por buscar justicia, incluso en esos rincones donde pareciera que nunca la vamos a encontrar. 

Estoy inmensamente agradecida por todo lo vivido y lo aprendido junto a cada integrante del staff de IP y del grupo de voluntarixs. Ser abogada es mi más profundo modo de expresión, es la forma que elegí para transformar la realidad que me rodea, es el lenguaje que encuentro para decirme y decirles que algunas gotas que hoy sólo hacemos charco, algún día esperamos ser ríos ó mares ó, quién sabe, tal vez océanos. Y este es el camino.